Diez días después de la aparición de la joven Rocham Phoeung, el periódico “El Mundo” publicaba un artículo sobre la adaptación de la joven a su “nuevo entorno”. En este artículo se indicaba que la joven ya sabía utilizar la cuchara aunque seguía escarbando la tierra en busca de gusanos, y que tras dieciocho años en la selva, había asimilado algunas de las primeras palabras que cualquier niño hubiera aprendido, tales “mamá”, “papá” o “me duele”.
Teniendo esto en cuenta, y si entendemos la capacidad de adquirir un sistema lingüístico como “la inserción de un programa informático en el cerebro”, cabría pensar que esta joven (perdida a los 8 años de edad) ya tendría ese programa en la cabeza y ya lo habría puesto en funcionamiento durante sus primeros años de infancia. Es decir que, a pesar de que la interrupción en el aprendizaje y el desuso de una lengua causen el olvido de ésta, al “reanudar el arranque de ese programa”, no resulta sorprendente que el individuo tenga mayor facilidad de captación de la lengua que aquel que nunca ha tenido ese “programa” en el cerebro. El ejemplo es que los casos de niños encontrados, que habían sido abandonados en el bosque cuando eran bebés, tras meses (o incluso años) siendo estudiados por logopedas y lingüistas que trataron de enseñarles un lenguaje, apenas lo consiguieron. Rocham Phoeung, aprendió algunas palabras en diez días y sin ayuda de profesionales.
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